Ahora que está en boca de todo el mundo la reducción de la jornada laboral que va a pasar de las 40 horas semanales a las 37,5 horas semanales, es bueno recordar que la productividad en el trabajo no siempre está ligada a la cantidad de horas que pasamos frente a una tarea, sino a cómo aprovechamos esos momentos clave en los que nuestra energía y enfoque están en su punto máximo. Identificar las horas más productivas del día puede marcar la diferencia entre cumplir objetivos de manera eficiente o caer en la trampa de la procrastinación, lo que supone retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables por miedo a afrontarlas o pereza a realizarlas.