Quentin Bisch, Christophe Raynaud y Natalie Cetto partieron de la idea de un perfume que fuera un juego, como todo lo que hace Jean Paul Gaultier. Una fragancia amaderada oriental cargada de modernidad.
Para empezar, buscaron el «gancho» de frescura de la salvia y de una mandarina perfecta, un extracto de la fruta completa, incluidas la pulpa y las pepitas. Esa es la salida.
Después, llevaron ese uppercut «hasta el contacto» de una sobredosis de haba tonka totalmente adictiva para crear una auténtica delicia epidérmica. Ahí está el cuerpo.
Finalmente, subieron a este ring a un vetiver sensual, que busca la fuerza vibrante de un tronco que acabamos de cortar. Ya tenemos el fondo.
Entre estos exquisitos momentos de tensión, se libra el combate de un perfume capaz de boxear en todas las categorías.
El frasco
Casi un autorretrato que lo dice todo de nuestro boxeador.
Lujoso, sólido, imponente y límpido, como un ring de boxeo, aunque no del todo cuadrado: es el escenario de un combate en el que puede pasar cualquier cosa... Y resistirá innumerables asaltos, sin duda... ¡es recargable!
Su tapón es la corona del campeón, aunque este rey no tiene nada de tradicional: se envuelve de la extravagancia rebelde de un Freddy Mercury. Alzar esta corona todas las mañanas es realmente tentador. Una toma de posesión perfecta, como un talismán. ¡Al rey del ring le acompaña la buena suerte!
El estuche
Una caja que condensa el alma del boxeo. Es de un terciopelo rojo que podríamos llamar carmín, burdeos, rubí o granate. Un grito de vida y deseo. Una simple caricia es suficiente para volverlo todo incandescente. La mano se posa buscando el contacto inmediato. Es un directo a los sentidos.
¿La corona grabada encima como el sello de la victoria? El más regio de los crochets.
Un estuche que cuenta una historia.