Roma, al atardecer. A medida que el cielo se va oscureciendo, el día deja paso a la noche y el ritmo de la ciudad va adquiriendo nuevos tintes. Los romanos de hoy en día pueblan las calles de la ciudad y se sientan en las terrazas para disfrutar de la velada. Mientras el cielo se transforma, el resplandor coral y anaranjado viste el paisaje urbano y su gloriosa arquitectura con el oro del atardecer. Es la hora dorada. Que empiece la magia. Valentino invita a experimentar en persona este momento.