Ela Paproska nació en los años 50 en Varsovia (Polonia), hija de un arquitecto y una pintora vanguardista. De joven, ejerciendo de monitora de esquí, sufrió quemaduras severas en su rostro. Viajera incansable, conoció en Nueva York a un prestigioso científico del Instituto Weizmann, que desarrolló un ungüento con la intención de acabar de curar la piel dañada de su rostro. El suero demostró ser casi “milagroso”. Años después, el destino llevó a Ela Paproska hasta Israel donde encontró la sede de Instituto Weizmann y decidió retomar una idea recurrente: recuperar esa fórmula que la curó y ofrecerla como cosmético, revisado y actualizado con la última tecnología.