Sandrine Groslier llegó a Clarins en 2006. La empresa ya estaba bien posicionada en el mercado español, pero era necesario dotarla de más notoriedad, hacerla más visible. No se trataba de volver a construir la marca, sino reformular la manera de darla a entender. La crisis les ha permitido reestructurarse y concentrarse en sus valores, en su saber hacer y su pericia. Explica que se encontró con un equipo excepcional, con una gran capacidad de flexibilidad que les ha ayudado a reinterpretar los roles y tareas asignadas en pos de una mejora. Ahora, la marca es más sólida.