Hace treinta años, Issey Miyake expresó un deseo olfativo nunca antes esbozado. Con su primer perfume, anhelaba recrear el aroma de una gota de agua en la piel de una mujer. Para satisfacer esta voluntad inédita e inesperada, el perfumista Jacques Cavallier creó L’Eau d’Issey. Más que un perfume, fue la primera emanación de toda una nueva categoría olfativa: las fragancias acuáticas.